Título original: Quills
Año de estreno: 2000
Director: Philip Kaufman
Reparto: Geoffrey Rush
(Marqués de Sade), Kate Winslet (Madeleine LeClerc), Joaquin Phoenix (Abbe
Coulmier), Michael Caine (Dr. Royer-Collard), Billie Withlaw (Madame LeClerc), Amelia
Warner (Simone), Stephen Moyer (Prouix).
Francia, periodo Napoleónico. Unos de los más infames escritores de la época,
el Marqués de Sade, es puesto en custodia en el asilo mental de Charenton.
El escritor trata de ganarse el favor del párroco que regenta el asilo a la
vez que, con la ayuda de una lavandera llamada Madeleine, publica sus
controvertidas obras.
Obras que llegan hasta las manos del mismísimo Napoleón que, escandalizado,
envía a Charenton al Dr. Royer-Collard, un médico con métodos poco ortodoxos.
Este suceso podría acarrear el fin de Charenton y posiblemente del propio
Marques.
El Marques de Sade es uno de esos curiosos personajes que la historia nos
ha dejado.
Un hombre con tendencias lascivas e irreverentes que escandalizaron a la
sociedad de su época por su marcada apología al sexo y las más perversas
depravaciones del hombre.
Quills es una película que si bien no cae en lo lascivo sí que hace alarde
de una ligera obscenidad, ofreciendo imágenes grotescas de violencia y sexo,
sin ser explicito.
Es una cinta que ayuda a entender porque el Marqués de Sade terminó sus
días en un asilo mental en dónde él mismo trataba de pulgar sus demonios a través
de su escritura.
La cómplice del Marques, interpretado magistralmente por Geoffrey Rush, es
una joven y no muy ingenua Madeleine, interpretada por Kate Winslet.
El triangulo lo cierra un atormentado Joaquin Phoenix que encarna al párroco
Coulmier, quien se ve desbordado por las continuas provocaciones del Marques y
por sus propios deseos incumplidos.
Tres protagonistas que encarnan a la
perfección los comportamientos de la sociedad, el Marques que hace alarde de su
poder a través de sus palabras, Madeleine que encuentra en las obras de Sade un
escape para su día a día y una razón para la bondad y el párroco Coulmier que
pese a querer ser conservador, no puede dejar de escuchar a sus más oscuros
deseos. Si a esto le añadimos un asilo mental dónde hay todo tipo de enfermos,
Quills se convierte en una completa bomba de relojería dónde lo grotesco y la
belleza se difuminan entre sí.
Quills es un film opresivo, con ambientes lúgubres y escenas que consiguen
estremecerte por su crudeza. La locura del Marques y su obsesión son la gran
baza de esta película, volviéndola retorcida e inaguantable por momentos, pero
dejando una crítica muy clara hacia el ser humano.
La película se centra mucho en las perversiones y los deseos que corrompen
al ser humano, mostrándolas de manera natural e incluso llegando a normalizarlas.
El deseo hacia lo que no se puede poseer, el poder que corrompe a los hombres y
los cree por encima del bien y del mal, el sexo como elemento subyugante y la
violencia como medio para conseguir cualquier fin.
El vestuario se adapta a todos y cada uno de sus personajes, siendo por lo
general extraordinariamente dejado o incompleto, destacando el atuendo del
Marques que deja en evidencia la posición que un día tuvo en la sociedad y en
lo que se ha convertido.
Una cinta que nos permite adentrarnos en la cabeza de Sade con una claridad
abrumadora, dejando al descubierto los secretos y deseos más vergonzosos del género
humano uniéndolo todo con el hilo de dos de sus obras Justine y Los crímenes del
amor.
Una cinta muy interesante pero que podía dañar a los espíritus más
sensibles por su lenguaje y apología explicita de la violencia, los desnudos y
el sexo.
Aún así una película bien realizada y que consigue algo extremadamente difícil,
no caer en la vulgaridad.
"Yo no cree este mundo de locos, simplemente me limito a plasmarlo sobre el papel."
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