El
tercer día nos pusimos en marcha a una hora bastante prudente y pronto
estuvimos en las entrañas del Musée du
Louvre. Cuando llegamos había bastante acumulación de gente haciendo cola,
por lo que decidimos dar una vuelta y esperar a que fuera un poco más tarde
para entrar.
Salimos
fuera y vimos la pirámide y el palacio que da nombre al museo y pese a que llovía
decidimos darnos una vueltecita por la Rue
Rivoli, la cual está llena de tiendas para que los turistas pequen…y yo
peque: compré un precioso busto de Marie
Antoinette que prometo enseñar en la última entrada.
Carroussel du Louvre
Ladurée
Musée et Palais du Louvre
Ese
día el cielo estaba bastante encapotado por lo que decidimos volver al Carroussel y, sorpresa, la cola para entrar al museo
había desaparecido, por lo que no nos lo pensamos dos veces y entramos.
Ir
al Musée du Louvre con el tiempo
justo es un sacrilegio, pero nosotros íbamos bastante justos, así que ya teníamos
muy claro que no podíamos perdernos del museo. El Louvre es el museo más grande
e impresionante en el que he estado y tal y como me temía; nos perdimos.
Pero
no hay mal que por bien no venga, perdidos llegamos a los apartamentos de
Napoleón III y así, de rebote, pudimos contemplar una de las partes del Louvre
más fascinantes.
Apartamentos de Napoleón III
Ubicados
de nuevo en nuestra ruta fuimos en busca de nuestras obras escogidas: la Venus
de Milo, Atenea Niké, la Sala de las Cariátides y Diana en la parte de arte
Griego. La victoria alada de Samotracia, que se encuentra dispuesta en lo alto
de una escalera y Psique reanimada por el beso del Amor, una de las esculturas
más perfectas jamás talladas por el hombre.
Venus de Milo
Psique reanimada por el beso del Amor
Victoria alada de Samotracia
La
sala del siglo XIX dónde vi algunas de mis obras preferidas: Madame Récamier,
la Gran Odalisca, el Juramento de los Horacios, las Sabinas, la Balsa de la
Medusa, la muerte de Sandrapalo y el increíble canto a la libertad de Delacroix:
La libertad guiando al pueblo.
Y,
por supuesto, la Gioconda de Da Vinci.
Madame Récamier
La libertad guiando al pueblo
La Gioconda
Tras
esa rápida visita al Louvre comimos algo rápido y proseguimos con nuestra ruta,
cruzando los Jardins des Tuileries hasta
llegar a la Place de la Concorde,
antigua Place de la Revolution.
Continuamos caminando por la Rue Royale
hasta la iglesia de la Magdalena y más tarde hasta l’Arc de Triomphe.
Jardins des Tuileries
Place de la Concorde
Église de la Madeleine
Arc de Triomphe
Cogimos
el metro y fuimos hasta Trócadero,
desde donde se pueden sacar las fotos más espectaculares de la Tour Eiffel.
Tras
sacar las fotos de rigor caminamos hasta los pies de la gran torre y en un
banco descansamos nuestros pies de viajero, que ya comenzaban a sufrir
estragos.
Cómo
ya habíamos estado en Paris antes y habíamos subido a la torre decidimos verla
solo desde abajo y guardar el precio de la entrada para poder ver algo que no hubiéramos
visto.
Place du Trócadero
¡Turista Feliz!
Tour Eiffel
Caminamos por todo el Champ de
Mars hasta la escuela militar y después hasta la parada de metro que nos llevaría
al último destino del día: la Opera
Garnier.
Opera Garnier
Y
allí, ante el gran edificio que inspiró a Gaston Leroux su Fantasma de la
Opera, nos disponíamos a volver a nuestro hotel para tener un merecido descanso.
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