Bahorel y Prouvaire habían muerto. Bousset cayó muerto, Feuilly cayó muerto, Courfeyrac cayó muerto, Joly cayó muerto; Combeferre, atravesado por tres bayonetazos en el pecho en el momento en que recogía a un soldado herido, sólo tuvo tiempo de mirar al cielo y expiró.
Enjolras, atravesado por ocho tiros, quedó adosado a la pared cómo si las balas lo hubiesen clavado a ella. Solamente inclinó la cabeza.
Grantaire, fulminado, cayó a sus pies.
Reposez en paix, mes amis.
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