martes, 5 de junio de 2012

5 de junio de 1832

5 de junio de 1832. Hace hoy 180 años.
París esta de luto. Las nubes cubren el cielo y la lluvia, como lágrimas derramadas por Dios, cae sobre el pavimento ennegrecido por la humedad.
Negro el cielo; negro el destino de los hombres.
Tres tiros, desorientados, se pierden entre la multitud, el ánimo se enciende y la fatalidad sucede.


La lluvia corre por los adoquines y ese flujo parece guiar a las almas que claman justicia.
Una estructura de madera, pura sombra, se instala en el centro de la calle como muestra del pensamiento de aquel que sufre.
La lluvia cesa pero el cielo, testigo único de lo que ocurre, permanece sumido en la oscuridad.
Columnas de humo crecen por doquier: allá en Saint-Mérri, acá en Saint-Denis...
Aquí, en la Rue de la Chanvrerie,dónde el olor a pólvora se antoja un augurio fatal. Cae la noche y sólo la bandera que hondea sobre la barricada parece tener vida: roja como el amanecer, roja como la sangre.

Ellos, los parapetados, guardan silencio.
¿Los recordara el mundo una vez haya amanecido?
Aún tienen fe. Aún guardan esperanzas.
Sólo queda ya la espera y el silencio...veo unos ojos azules brillantes, casi esquivos, que parecen contemplar, perdidos en esa inmensidad que es el alma propia, el fin. 
El fin que se acerca.
Inexorable.

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